21/02/02

SUBJETIVIDAD, ASAMBLEAS Y "PROCESO DE LIBERACION"

Aun con devaluación y en febrero, la página de psicología no descansa y ofrece cinco perspectivas de actualidad: qué subjetividad puede gestar la resistencia; qué riesgos tiene la "unión de los yoes"; qué cayó con la convertibilidad, por qué la mortificación de los gobernados y por qué, todavía, la democracia.
 

El cacerolazo, según Baruch de Spinoza

Por Enrique Carpintero *
 

El ruido de las cacerolas marchando por las calles y las asambleas barriales están produciendo una subjetividad diferente. Sin embargo, como en toda situación de crisis, la necesidad de cambio va acompañada de angustia, incertidumbre y miedo. Este exceso de realidad produce monstruos cuyos efectos aparecen en el trabajo clínico.Si los piqueteros cortando las rutas mostraban la lucha de los obreros desocupados, el cacerolazo señala que la clase media no puede creer más en la utopía de la felicidad privada: se la han robado los bancos. En realidad, los piqueteros y los caceroleros no creen más en la ilusión utópica. Esto es importante, ya que Freud demostró no que la ilusión sea falsa sino que es el resultado de un deseo de plenitud narcisista y, como tal, una distorsión del "mundo circundante objetivo". La ilusión es lo que el deseo da por realizado. De esta manera, la unión entre los miembros del colectivo social no reside en la solidaridad sino en esos deseos de ilusión. Es decir, la cultura del mal-estar no puede encontrar la solución en la bondad y en la solidaridad en tanto estas virtudes sean el resultado de la idealización. Por ello esta tesis de Freud tan rechazada: no es posible hacer el bien en nombre de la ilusión. Esta es la característica del actual movimiento social donde cada sector pelea por sus propias necesidades. Es cierto, los piquetes y las cacerolas dan cuenta de la tremenda fragmentación de nuestra sociedad, que ha sido provocada por el
capitalismo financiero desde la dictadura de 1976 hasta la actualidad. Aún más, todo el que golpea cacerolas no está protestando por lo mismo. Sin embargo, han construido un movimiento social que produce comunidad y en vez de encontrar la unidad en una ilusión utópica la encuentran en un espacio común: la calle. Este hecho se ha transformado en una particularidad del actual momento histórico: la calle es el espacio público para realizar experiencias sociales que permiten transformar la subjetividad. Esto es lo que no puede tolerar el poder: el corte de rutas y avenidas, el ruido de las cacerolas, las asambleas barriales; en definitiva, la participación activa de la comunidad.

La cultura crea un espacio donde se desarrollan los intercambios libidinales. Este espacio ofrece la posibilidad de que los sujetos se encuentren en comunidades de intereses, en las cuales se establecen lazos afectivos que permiten dar cuenta de los conflictos que se producen. Allí, el desarrollo de las posibilidades creativas genera la capacidad de sublimación de las pulsiones sexuales y desplazar la violencia destructiva y autodestructiva. Es así como este espacio se convierte en soporte de los
efectos de la muerte como pulsión. Cuando una cultura no puede crear este espacio-soporte, genera una comunidad destructiva. Así surge una comunidad donde la afirmación de uno implica la destrucción del otro. En la actualidad los cambios producidos en la sociedad, por efecto del capitalismo mundializado, han llevado a la destrucción de identidades y a la fragmentación social como nunca se ha visto en nuestra historia. ¿Es posible compatibilizar la necesidad de una participación directa y de auto-organización con una democracia limitada por decisiones políticas, tomadas desde un poder social y económico? ¿Cómo armonizar la libertad individual con el hecho de vivir en comunidad? ¿Cómo volvemos a inventar lo que nos mantenía unidos?Brevemente, trataré de dar alguna respuesta desde la perspectiva que plantea Spinoza. La filosofía de Spinoza propone un proceso de liberación individual y colectivo que permite entender cómo pasar de la servidumbre a la libertad y de la impotencia al poder. La liberación individual, y por lo tanto ética, es colectiva y política, ya que "nada es más útil al hombre que el hombre mismo". Por ello, obrar éticamente consiste en desarrollar el poder del sujeto y no en seguir un deber dictado desde el exterior. En este sentido, la libertad no es el conocimiento de la necesidad sino el esfuerzo consciente de construir una topía, un lugar donde nuestros deseos y necesidades sean posibles. Es necesaria una política compleja que no enfrente a las pasiones desde una verdad racional sino con una razón apasionada más fuerte que las pasiones que quiere contener. Es decir, que enfrente las pasiones tristes -el odio, el egoísmo, la violencia- con las pasiones alegres -el amor, la solidaridad, la igualdad-. En el Tratado político, Spinoza afirma que la democracia es el régimen en el que la potencia colectiva no está paralizada en un individuo o grupo particular sino que permanece en manos de la comunidad, la cual sería sujeto y objeto del poder político. Este es el único Estado absoluto: sólo en él se suprime la escisión entre gobierno y pueblo, entre poderosos e impotentes. Pero esta democracia debe estar basada en los principios de libertad, igualdad y solidaridad. En este sentido, la elección no reside en una alternativa entre el bien y el mal, entre el olvido de uno en beneficio del otro, sino en la búsqueda de un bien que no desconozca el mal, el sufrimiento y la injusticia, cuyo testimonio dan las pasiones a su pesar. De esta forma plantea que el individuo transfiere su poder político no por un pacto o por un compromiso que enajene sus intereses sino que transfiere su poder político en función de sus necesidades. Por ello, su definición de democracia es de una claridad contundente: "Asamblea de todos los hombres que tienen colegiadamente soberano derecho en todas las cosas que pueden".
 

* Psicoanalista. Texto basado en el artículo "La política en las calles: la fuerza del colectivo social", en Topía en Internet. www.topia.com.ar
 

REPRESENTACION Y REPRESION
Gastos de la democracia

Por Sergio Rodríguez *

Quienes suponen que la democracia no sirve, esperan de ella mucho más que un método para resolver las tensiones sociales lo más civilizadamente que las condiciones den. La democracia, gobierno del pueblo como su etimología lo indica, lo expresa con todas sus virtudes y miserias. La democracia tiene una falla de base, creer que la representación es posible. Todo aquel  que se halla analizado sabe que, debido a la existencia del inconsciente, el sujeto es incapaz de representar en dichos sus propios deseos. Lo que lo lleva a quedar aprisionado de su yo y de posiciones y formas de goce que no siempre van en el sentido de aquéllos, pero que sostienen sus creencias.  Mucho menos es capaz por lo tanto de representar a otros, que en razón de su dependencia del Otro le resultan básicamente ajenos. Aunque enamoramientos e hipnosis generen la ilusión de que todos queremos lo mismo. Dichas identificaciones pueden resultar tan cambiantes como los humores sociales. Así como el parloteo autista de un presidente (De la Rúa en su estado de sitio) pudo generar la reacción más masiva y espontánea (cacerolazos) que recuerde nuestra historia, mil convocatorias pueden "pincharse" por ausencia de convocados.

Pero al ser la democracia el régimen que sostiene su funcionamiento en elecciones regulares de los órganos de gobierno, garantizando mínimamente para ellas los derechos de asociación y expresión libre, genera las condiciones más propicias para que ejerzan su presencia y opinión las creencias que a través de los fenómenos de identificación de masas van tomando mayor peso en cada momento de las sociedades. En ese punto, facilita que los conflictos se resuelvan lo más pacíficamente posible, lo que es decir mucho. Si a los sufrimientos inevitables del malestar en la civilización se agregan derramamientos masivos de sangre, como los que nos tocó sufrir con la dictadura del '76, todo resulta peor.(!!!) Creo también que en este contexto han caído en la trampa ofrecida por ciertos políticos de izquierda y de derecha, y "comprada" por buena parte de los medios masivos de comunicación y la opinión pública independiente, quienes exigen la disminución de representantes y la rebaja de los sueldos de los delegados a los diversos órganos de gobierno. Me parece que esas reivindicaciones hay que revisarlas caso por caso. Hay que exigir a quienes ocupen esos cargos que los tramiten según lo que quienes los votaron demanden y para que lo hagan hay que pagarles lo que su responsabilidad merezca. La consigna de bajar los gastos políticos sirve represivamente (en el sentido psicoanalítico del término) para no enterarse de que el desastre en que nuestro país ha sido sumido tiene como causa la estafa a que fue sometido en las privatizaciones y por las estafas permanentes que las empresas privatizadas y grandes corporaciones financieras cometen. Ayudadas por funcionarios públicos corrompidos, no por los sueldos que ganan sino por las coimas que recibieron.

* Director de la revista Psyché Navegante. Fragmento de un trabajo incluido en www.topia.com.ar
 
 

YO, SUJETO Y "ESTA REALIDAD"

¿Crisis o sólo agonía?

Por Alicia Azubel *
 

Se escucha que, como efecto de medidas económicas que afectan el movimiento de dinero de particulares depositados en los bancos, se estaría asistiendo a una suerte de locura colectiva. Vale la pena interrogar este decir de la calle e intentar situar un malestar que se expone bajo la forma de vivencias de incertidumbre, de experiencias de despojo de lo propio y de intrusión en un ámbito privado. Vivencia de estafa subjetiva sostenida en la objetividad de la retención de un dinero que está en la cuenta del
nombre propio. No es debatible la legitimidad del malestar y de la disposición a la protesta. Uno siente cierto pudor de interrogar algo tan obvio.

Sin embargo, por una parte, está la cuestión de la realidad. La bronca, más aún el odio -no digo angustia- se asocia de un modo automático con lo que se da por sentado como "la realidad" que se vive, de la que se es víctima y puro objeto. Cada cual, en la primera persona del singular. Un Yo y una Realidad. No digo que esa suma de yoes no hagan masa en un débil nosotros sino que ese plural es débil porque se constituye alrededor del eje particular del Yo. (Se constata el agobio que produce al Yo escuchar otro
idéntico Yo, en un discurso reiterativo y sin salida para ambos.) Mi reclamo de recuperación es el que vale y organiza mi odio, mi malestar, mi protesta. Y la realidad así constituida también es débil, porque se
organiza como una extranjeridad absoluta, sin articulación con los sujetos en juego, y por tanto como entidad a destruir.

¿Hay una crisis? Se habla tanto de ella que parecería absurdo suponer que no. Sin embargo, si en la clásica definición de crisis se admite que es efecto de algo que agoniza y algo que no consigue producirse como diferente, es posible que estemos más acorralados en un movimiento desesperado de recuperación de lo agonizante que en un impulso hacia un nuevo estado de cosas. Para un analista, esto es materia de trabajo cotidiano: gente que acude a la consulta por algo que no va más y, sin embargo, se aferra a ello con una adhesividad sufriente; toda nueva apuesta amenaza con producir una pérdida, aun cuando en algún lugar se sepa que lo que se teme perder, lo que se desespera por recuperar, nunca estuvo.

El movimiento de recuperación gira en falso porque aquello por lo que se desespera tiene la consistencia de la ilusión. Idealizada o denigrada, esa ilusión aparece como sostén de la propia integridad. Sin esa ilusión ya nada sería igual, como consecuencia de un descompletamiento del Yo, de lo que se da en llamar la identidad del individuo y de su entorno: familia, amigos, trabajo, país. Un trabajo de análisis lleva a enfrentarse con ese descompletamiento de la identidad de uno y otro lado -la caída de esa ilusión- para que algo en ese vacío pueda producirse como alternativa al movimiento de repetición de lo mismo. Un análisis procura dirimirse en el registro de la crisis y no de la recuperación. En el registro del descompletamiento del sujeto y de lo Otro, y no en el plano de una restauración que venga a taponar el advenimiento de otra cosa. Que no es una cosa sino una posición subjetiva frente a la realidad porque, para decirlo todo, la realidad se construye a partir de una cierta posición subjetiva.

También la construcción de la realidad en su versión colectiva depende de ciertas posiciones frente a los tiempos y el lugar que nos toca vivir. Entonces, si hay o no una crisis, se mide por sus consecuencias, por la perspectiva que inaugura en la construcción de una realidad en la que el sujeto se vea implicado, y a partir de la cual ya nada será idéntico: ni sus ideales, ni sus goces, ni sus padecimientos. Tampoco será igual la realidad política y social de la que habrá de ser parte más allá de uno mismo: en tanto Yo, centro, pero bien acá de uno en tanto uno más entre otros.
 

* Miembro de la entidad psicoanalítica "Testimonios" y docente en la UBA.
 
 

"SABER HACER" DE UNOS, MORTIFICACION DE OTROS

"Hágase tu voluntad sobre nosotros"

Por Mónica Santcovsky *
 

Cuando el "saber hacer" de algunos gobernantes se adueña de nosotros, entramos en el terreno de la moral. Aunque parezca paradójico, la moral no es más que encubrimiento; si no, pensemos en uno de sus preceptos religiosos: "Hágase tu voluntad".

Cuando ese "saber hacer" cae sobre nosotros, es decir, ejerce su voluntad sobre la nuestra, aunque haya ido tomando voces diferentes es siempre con la característica que su palabra esté regida sobre este precepto: "Se hará mi voluntad". Entonces lo que se dice pierde la categoría de confiable, legal, sostén de un orden establecido, donde "dar la palabra" era un compromiso equivalente con los actos.

Cuando se llega a este punto nos encontramos con lo más primario de la constitución subjetiva, entonces, la respuesta es de grito, llanto, dolor, bronca, porque la palabra ha perdido su eficacia. Sobreviene la decepción y la tristeza.

Tanto el "corralito" como la supresión del pago a un jubilado que trabajó toda su vida en su país y confió y "depositó" su confianza en él ponen en evidencia el ejercicio de la voluntad del otro sobre lo más primario que construye el sujeto humano: la diferencia entre lo propio y ajeno, modelo que le servirá en su vida futura para no adueñarse de lo ajeno, de lo que no es "suyo". De depositar la confianza pasamos en un minuto a ser depósitos, restos del Otro.

Lo que se tolera calladamente, Freud lo llama "mortificación", en este caso la pérdida de la confianza en el discurso. Por eso, cada uno de nosotros intenta no quedar mortificado, muerto como sujeto que desea. Cada uno de nosotros resiste, tolera, pero cuando se tocan las cosas más primarias, que es lo propio que cada uno construyó en la vida, sus anhelos, deseos,
esperanzas, intentamos por todos los medios poner palabras a este hecho traumático: resurge la solidaridad en respuesta al desamparo de la ley: reuniones de asambleas barriales, comunicación por Internet, o de boca en boca, donde confluyen los extremos sociales frente a la estafa de la confianza.
 

* Psicoanalista.
 
 

CONSECUENCIAS DE LA CAIDA DE UN SIGNIFICANTE

Histeria de convertibilidad

Por María del Carmen Meroni*
 

Al elemento "convertibilidad": ¿no lo podríamos llamar "significante", por su función de artificio sintomático en el semblante colectivo a través del cual se sostenía una forma de lazo social? Se trata de un elemento prevalente en un discurso hoy quebrado, discurso en el que se afirmaba, tan precariamente, que "uno es igual a otro". Elemento prevalente cuya caída
desencadenó la agitación que se mantenía sin duda latente en el malestar largamente argumentado de muchas maneras (bajo represión de su causa, como suele ocurrir). ¿Sería quizás, ese elemento prevalente, un articulador central del discurso propuesto para el lazo social, aunque sólo promoviera más sufrimientos, pero velados por el rasero apaciguador de lo previsible?

Por la existencia del lenguaje, sólo en la especie humana es posible que se articule, como regulador de los lazos sociales, lo que se llama "un sistema monetario". "Uno equivale a uno", podría hoy, dado el desborde producido por su quebradura, iluminar la presencia (a través de una variedad posible de dicho sistema monetario) de un fundamento material de nuestro lazo social, fundamento del cual los sucesos que hoy nos abruman serían su "puesta en discurso" (así como se dice "puesta en escena").

Podríamos decir entonces que el fundamento material iluminado por la caída traumática del significante "convertibilidad" (caída que ha puesto de manifiesto lo que con él quedaba velado) es el hecho contingentemente verdadero de que el goce humano no necesariamente tiene medida, es inconmensurable y singularísimo, que alguna necesaria "puesta en común" nunca lo recubre del todo; o sea que eventualmente es verdadero ese punto arbitrario, en el cual "uno puede ser lo que a alguno se le antoje".

Esta última fórmula, que a veces asoma en el fondo un poco loco del deseo de cualquiera, ha estado, sin embargo, permanente y brutalmente presente entre nosotros, en primer plano, con un grado masivo de evidencia que hace imposible apartar de la escena la arbitrariedad constante y no permite su olvido. Esta fórmula es discernible como un hilo conductor en la historia
que evocamos, por fuera o en el límite de toda ficción normativa, en nuestras décadas más recientes, incluyendo la última a veces elogiada, décadas sin "puesta en común" posible, que no han carecido de una ferocidad asesina, que no muestra actualmente lo que ha sido su cara "peor". Esta última fórmula ("uno puede ser lo que a alguno se le antoje") es hoy nuevamente discernible a partir del estallido que produce la caída de su más reciente ocultamiento, la llamada "convertibilidad" ("uno no puede ser más que uno").

Para aquello de "lo que a alguno se le antoje", valga el "alguno" en el sentido de la Psicología de las masas de Freud, donde "alguno", vía idealización del conductor e identificación recíproca entre los pares, cobra su sentido más radical, porque ese "alguno" vale como "cualquiera", es decir, como "todos". Es allí, en la reiterada experiencia colectiva de "lo que a alguno se le antoje", donde el velo roto deja ver el fantasma de la pura selva sin senderos, de códigos locales, quebrantables y efímeros,
fantasma de un goce acechante permanentemente sin medida, que es posible discernir en nuestra historia reciente, siguiendo retroactivamente la pista de sus precarios ocultamientos, a partir del estallido traumático del más actual de ellos. Es allí donde se producen o se alimentan la angustia, la furia y el pánico que podemos reconocer.
 

* Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires (EFBA).

  Página12, 28/02/02

EL APARATO PSIQUICO Y LA REALIDAD DE LA TRANSGRESION SOCIAL

Principito argentino y otras historias Los casos de la "secretaria muda" y del "principito puto" le sirven a la autora de este ensayo para pensar de qué maneras puede afectar al psiquismo una sociedad donde se ha roto la "función de gregariedad", esa "argamasa libidinal" necesaria para neutralizar las tendencias agresivas entre los seres humanos.
 

Por Isabel Lucioni *

* Miembro de la Sociedad Psicoanalítica del Sur y de la Asociación de
Psicólogos de Buenos Aires.
 

El día en que se instauró la incautación de los ahorros, sueldos e indemnizaciones de las clases medias, una paciente mía, secretaria ejecutiva, quedó muda, y siguió muda durante tres días. ¿Histeria? Sí, por supuesto, todos tenemos una estructura predominante de personalidad. Pero, ¿Sólo histeria? ¿Acaso el aparato psíquico descubierto por Freud es una estructura de estilo armadura, impermeable a la realidad? No. Los equilibrios psicológicos sólo se mantienen con una actividad de homeostasis articuladora con lo micro y macrosocial.

Mi paciente, próxima a los sesenta años, consideraba que sus medianos ahorros eran su jubilación real, ya que en la nueva Argentina no existe otra jubilación. Pero en las siguientes sesiones no habló del dinero perdido y de la seguridad en la ancianidad también perdida. La mudez era un grito, un alarido reprimido frente a una vivencia de violación. Y los que
conocen a víctimas violadas o secuestradas sabemos que, en muchos casos, lo más terrible es la vivencia de desubjetivización, el haberse sentido destinatario de deshumanización, de cosificación vista en los ojos turbios del otro. Mucho más grave es cuando la turbidez está en los ojos ausentes del Estado.

No, no hablamos fundamentalmente de los dólares con esta típica hija de la clase media, que logró subir un peldaño con respecto a sus padres, ya fallecidos, quienes habían sido empleados durante toda su vida. Y éste era un punto sumamente conflictivo en la producción sintomática de su mudez. Todo lo que le había enseñado su padre (el amado padre del complejo de Edipo, por supuesto, ¿qué otro padre tienen las chicas neuróticas y las normales?), todos los principios enseñados por el amado padre se habían hecho trizas. ¿Entonces es verdad que quien es honrado es un boludo? Tal cosa hubiera sido tan impensable para sus padres, como para los míos.

Pertenecemos a generaciones educadas en la represión sexual, pero cancelarla fue un drama pequeño si se lo compara con el vacío ético que pone en cuestionamiento todas las elecciones sublimatorias del aparato psíquico.

Otro caso: un hombre de cuarenta y tantos años pidió tratamiento por diversos motivos conscientes, ninguno de los cuales evidenciaba una de las motivaciones de su patología: una fantasía inconsciente de ser prostituta. Está identificado a su madre, ex mucama que logró el mérito social de casarse con el rico patrón, quien la trató como a su "princesita", según el mito familiar relatado por la madre. El paciente no tiene datos directos porque el rey padre murió cuando él tenía 3 años. La madre vivió después a costa de amantes sucesivos que la mantenían. No sabemos lo que pasó con la herencia: quizá se dilapidó, quizá no era tal. En resumen, él no quiere trabajar, desea ser un "principito" puto que encuentre un padre que lo mantenga.

La fantasía de prostitución se reproduce también en otra variante, las fantasías de robo. Una noche, después de sesionar conmigo, se queda fascinado en un bar que está frente a un cajero electrónico bancario. Desde las 10 de la noche hasta la 1 de la mañana planea angustiosamente cómo asaltar y destruir al aparato del banco.

Pasamos muchos meses deshilvanando el hilo de sus fantasías, reflexionando sobre las trabas que le imponen a la acción efectiva, al trabajo. Eventualmente, mi paciente consiguió un puesto, técnico pero político, en el Estado. Y juntó cuatrocientos mil dólares en coimas.

Contra todo lo que había analizado el análisis, en la realidad existían padres-reyes, padrinos políticos que podían acunar a principitos putos (expresiones, todas, del paciente). Fue mi fracaso más estrepitoso en el trabajo de señalar a los pacientes que sus fantasías inconscientes son inviables frente a la realidad. Pero la nuestra es una realidad social transgresora que, en vez de permitir la elaboración del inconsciente, despliega efectivamente la perversidad polimórfica que Freud le descubrió al sistema inconsciente. Freud la llamó perversidad polimórfica "infantil" porque discurre mediante la omnipotencia, el desconocimiento de los límites que imponen la existencia del otro y la convivencia social.

Mi principito puto está en la pobreza ahora, porque su padrino lo abandonó por un negocio mejor en el que no entraba él.

Mi paciente secretaria clama: "¿Por qué nadie nos organiza?".

"¿Que alguien cómo quien nos organice?", le pregunto.

"Si Ernesto Sabato nos convocara, yo saldría."

Un suspiro se me escapa en medio de mi abstinente silencio analítico.

Después de la sesión, me digo: que ella piense en un viejito cercano a los noventa años, por supuesto que tiene que ver con la añoranza del padre, pero su complejo de Edipo está siendo trabajado con intensidad, su relación con la ética es obvia para las dos e irrelevante hoy para la cura que estoy conduciendo. En su conciencia, por lo menos tan sana como la mía o como la
de cualquier otro psicoanalista, el valor, el objeto de la añoranza es la honradez, la ética y ese reclamo añorante no es un síntoma. Es irrelevante que, desde el fondo de su inconsciente, el añorado papá del complejo de Edipo sea el fundamento de la ética que nunca dejó de dirigir su vida de gran señora, de una gran señora secretaria.

(Es parte de su neurosis femenina que olvide la parte de la ética que le debe a la mamá, pero no es la cuestión a desarrollar aquí.)

La ausencia de ética no sería equivalente a una violación si la ética no formara parte del psiquismo, como una de sus estructuras sustentadoras de identidad, si no fuera investidura del superyó.

Cuando un sistema de producción y distribución implica un reparto exorbitantemente injusto de los bienes sociales, se rompen los contratos sociales, la posibilidad de proyectos compartidos, se rompe la "función de gregariedad".

La función de gregariedad es una poco conocida categoría freudiana que vengo rescatando de Malestar en la cultura: es la cantidad de libido objetal sustraída a las relaciones inmediatas y absolutamente necesaria para configurar estructuras sociales complejas. Es la "argamasa" libidinal que debe neutralizar la tendencia agresiva constitucional de los hombres contra otros.

La pérdida de proyecto político compartido es tanto un hecho social como intrapsíquico; implica la destrucción de los referentes identificatorios que cada sociedad debe brindar para que sus miembros construyan permanentemente su identidad. El trabajo de ser "yo", de ser individuo, sólo se logra con multiplicidad de ofertas subjetivantes sociales.

Desde hace unos 50 años, el capitalismo cambió hacia una altísima concentración y una circulación mundial y cibernética como capital financiero. Si bien el capitalismo siempre operó intrapsíquicamente en la producción de subjetividades o formas del aparato psíquico altamente individualizadas, antes tenía fuertes aspectos disciplinarios vinculados a una valoración del trabajo, del progreso y el triunfo como triunfo del esfuerzo desarrollado bajo cierta templanza. ¿Cuáles son los efectos subjetivizantes, los enunciados identificatorios que produce la cultura del último capitalismo, que muchos autores llaman "poscapitalismo" y que dio a luz la cultura del posmodernismo? ¿Cuáles son las formas y estructuras del aparato psíquico a las que da lugar?

En primer lugar un narcisismo exacerbado, con búsquedas exasperadas de "¿quién soy yo?". Rotas las exigencias disciplinarias del primer individualismo y desvalorizados los referentes generacionales por el cambio social, cada uno espulga en sí mismo los signos de un proyecto individual que, en general, se plantea sin responsabilidades respecto deun proyecto social y que, entonces resulta hedónico, en el sentido del principio del placer.

La referencia al individualismo hedónico fue planteada por autores como Gilles Lipovetsky o Christopher Lasch, quien describe precisamente la "cultura del narcisismo". No se trata de ser apocalípticos: la cultura del narcisismo poscapitalista ha producido una búsqueda de sí mismo de la cual la existencia misma del psicoanálisis es tributaria, y con ella hay una
posibilidad de libertad interior que quizá no conocieron las civilizaciones anteriores.

Pero es hora de dejar de decir tonterías como que el psicoanálisis es "revolucionario": el psicoanálisis puede coincidir en la exigencia de búsqueda individualizante que caracteriza a nuestra cultura y su invitación hedónica a los fines de afinar el consumo. No sólo consumo de mercancías sino también de objetos humanos, cosa que hubo siempre pero adquiere cierta
sofisticación actual. Freud no dejó de señalar que un hombre puede ser para el otro un bien económico o sexual: ambos casos no implican amor o adjudicación de subjetividad al otro, que aparece como un bien a consumir.

Y nuestro superyó cultural tiene una exigencia que es: sé tu mismo, espulga tus deseos y consume, sé ganador sin disciplina, aplicando el sentido de la oportunidad más bien que la formación. Son mandatos contradictorios en sí mismos porque conllevan la ignorancia de que ningún individuo se forma y se sostiene individualmente. Necesitamos reconocimiento, espejamiento -en el sentido de Kohut y de Winnicott- y un sentimiento de pertenencia a algo que nos trascienda, para que el narcisismo individual se pueda sostener.

Por ahora y hasta nuevo cambio del estado político-psicosocial de la gente, en los "cacerolazos" hay algo que me llama la atención como ciudadana-psicoanalista: la rabia alegre de mis conciudadanos. Están todos con una bronca negra ¡pero también contentos! ¿Cómo explicar este ánimo rabioso que por lo menos hasta ahora, no pide muerte ni horca? La multitud canta a voz en cuello: "¡Que se vayan todos!"

"Todos" son el Otro desubjetivizante, el grupo social que es sujeto de la acción desubjetivizante: en principio, los corruptos, como forma insoportable de constitución del poder político y económico.

¿Y la alegría? Creo que la alegría de mis conciudadanos es la de poder mostrar que no son ovejitas. Una ganancia  identificatoria. Ganar el espacio público y encontrarnos los desconocidos, los que parecíamos indiferentes; es la freudiana función de gregariedad. LA PERSONALIDAD NEUROTICA DE NUESTROS TIEMPOS NEO-LIBERALES

Enrique Guinsberg

Cada persona, retirada dentro de sí mismo, se comporta como si fuese un extraño al destino de todos los demás. Sus hijos y sus buenos amigos constituyen para él la totalidad de la especie humana. En cuanto a sus relaciones con sus conciudadanos, puede mezclarse con ellos, pero no los ve; los toca, pero no los siente; él existe solamente en sí mismo y para él solo. Y si en estos términos queda en su mente algún sentido de familia, ya no existe ningún sentido de sociedad. TOCQUEVILLE
 

La precedente afirmación de un conocido teórico del siglo XIX puede parecer exagerada y/o alarmante frente a las premisas morales y éticas que postulan al hombre como un ser interesado y preocupado por los demás hombres y su sociedad, pero ¿no es acaso una descripción bastante cercana a lo que en definitiva propone y construye el liberalismo como modelo de subjetividad, modelo agudizado al extremo en su variante conocida como neoliberalismo, hoy hegemónico -aunque en aparente declinación- en gran parte del mundo y en nuestro continente?

Como premisa del presente trabajo y en general para la comprensión de la construcción del denominado Sujeto, debe partirse de lo ampliamente conocido -aunque no siempre seguido por el mundo psi (psicólogos, psicoanalistas, psiquiatras, etc -de que las características sociales, políticas y económicas de cada marco y época concreta formarán un modelo de Sujeto y de subjetividad adecuado a su mantenimiento y reproducción.

Por razones de espacio no es este el lugar para una fundamentación de tal premisa ni para ofrecer múltiples ejemplos históricos al respecto. Baste para ello recordar que el Sujeto del período de construcción del capitalismo en los países de Europa central -modelado por el protestantismo- tenía las características necesarias para tal acumulación: frugalidad, avaricia, limpieza, orden, etc. (lo que la psicopatología presente definiría como neurosis obsesiva), aspectos -salvo los últimos que se mantienen- hoy abandonados en tales países por ser incompatibles con una producción que requiere de un alto consumo . En otra perspectiva con el mismo sentido ¿cómo olvidar que la histeria dominante en la época de Freud era consecuencia de la moral victoriana predominante?

Ver el modelo de Sujeto y de subjetividad de nuestra época neoliberal implica conocer las características de este modelo social y de producción, para comprender su incidencia en el psiquismo del tipo de Hombre Necesario que construye. Pero esto significa tener previamente en cuenta -para todas las relaciones sociedad/sujeto/subjetividad- varios aspectos, entre ellos
que no se trata de una acción siempre intencional, mecánica y refleja (como muchas veces ha planteado el "marxismo" vulgar de tipo stalinista) sino de efectos que se apoyan en "necesidades" humanas y no pocas veces contradictorios o no deseados (por ejemplo la histeria no era buscada por la moral de su época, como tampoco mucho de lo que el propio regimen define
como psicopatológico que se verá más adelante). En cuanto al modelo de hombre presente debe destacarse que sus características básicas ya se encontraban desde el surgimiento del liberalismo, sólo agudizándose con su actual variante neoliberal (agudización que, según destaca Lipovetzky, hace que vivamos "una segunda revolución individualista" o, dicho de otro modo, una "nueva fase en la historia del individualismo occidental") .

En términos harto generales y esquemáticos este modelo hace del mercado el centro absoluto de la dinámica económica, sometiendo todo el funcionamiento social a sus leyes (dentro de la mayor libertad y casi sin límites, lo que entre otras cosas implica la privatización de todo lo posible). El objetivo es la obtención de mayor producción y ganancias, para lo cual -a niveles nacionales y mundial- se impone un alto rendimiento dentro de una fuerte y constante competencia. A su vez todo esto requiere de un también constante e incrementado consumo.

Un funcionamiento social con tales características y requerimientos no puede dejar de incidir, y muy fuertemente, en el modelo de Sujeto y de subjetividad de quienes se forman y/o se desarrollan bajo sus leyes.

El primer aspecto a considerar -ya en creciente desarrollo desde los comienzos del liberalismo pero ahora incrementado como nunca- es que el núcleo básico del funcionamiento social es el individuo, lo que implica una importante y consecuente reducción de los intereses comunitarios o colectivos como valor determinante de la vida y de las prácticas cotidianas. Esto provoca la búsqueda del triunfo y la ganancia a niveles individuales (sea personal, familiar o de una empresa), con diferentes grados de indiferencia por lo que esto signifique para el marco social global, incluyendo en esto desde la derrota de los competidores o -mucho más grave- la destrucción que pueda provocar .

Tal predominio y centro del y en el individuo -fácilmente observable en múltiples expresiones de la vida cotidiana, sobre todo en ese gran muestrario que son las programaciones de los medios masivos y los anuncios publicitarios -, provoca no sólo la conocida tendencia individualista del presente sino también que se considere que el narcisismo es el cuadro psico(pato)lógico dominante del presente. En este sentido debe quedar claro que por tal tendencia se entiende no sólo el conocido cuadro patológico de tal nombre sino, y fundamentalmente, una modalidad de lo que Fromm define como el Carácter social de una determinada época, cuya característica central sería algo muy parecido a tendencias privadas o egoístas, es decir una central preocupación por uno mismo y su particular contorno (ver nuevamente la frase de Tocqueville del comienzo), con escaso interés por lo general salvo en lo que incide en lo personal.

Esto es entonces lo que actualmente se entiende (e incluso acepta) como lo "normal", no faltando quienes equiparan esta noción exclusivamente estadística con lo "sano". En congruencia con las pautas del modelo neoliberal esto implica una constante competencia de los individuos -que llega a ser una especie de darwinismo social- por sobrevivir como mínimo y
triunfar como aspiración máxima.

Ganar (dinero, poder, status, etc) es hoy la explícita justificación para prácticamente todo, aunque manifiestamente se recalca que ello debe hacerse respetando normas éticas y morales. Pero la simple lectura de periódicos indica como personas, empresas y naciones -sobre todo con base en el poder- no lo cumplen o lo hacen parcialmente.

La búsqueda del triunfo es también la justificación para el abandono de una actividad conjunta y solidaria entre los hombres y/o empresas, y su reemplazo por una competencia cada vez mayor y sin muchas preocupaciones por las consecuencias que provoca en los demás (incluyendo no pocas veces en el todo social y en la propia persona). Competencia generalmente no
igualitaria -sobre todo para quienes parten de bases más débiles-, donde las actuales políticas económicas de privatización y búsqueda de rendimiento marginan a quienes (muchas veces amplias mayorías en los países pobres o subdesarrollados) no pueden acceder o ven reducidos sus beneficios sociales.

Seguramente es tema de discusión y análisis si tal competencia no es necesaria, o tal vez imprescindible, para el desarrollo individual y social -y lo más probable es que sí-, por lo que la crítica apunta en realidad tanto a su destructivo nivel actual, al abandono que ello produce de los vínculos cooperativos y a las consecuencias que causa en todos (incluyendo al triunfante en la misma). Al respecto es muy contundente una reciente afirmación de un entrenador deportivo, aunque ella es extensible a toda la vida presente: "La supercompetencia conduce al doping", lo que claramente quiere decir cómo el actual estilo de vida obliga (real y/o social y psíquicamente) a una lucha y esfuerzo cada vez mayores para sobrevivir o "progresar" (el entrecomillado de este término busca hacer referencia al sentido valorativo e ideológico de tal noción tiene para muchos).

Esto último da pié para destacar que el señalado estilo de vida de la llamada modernidad, y ultra-fortalecido en el modelo neoliberal, tiene como ejes fundamentales el acceso a lo que entiende y define (nuevamente puede discutirse mucho si realmente lo son) como bienestar, comodidad y aumento del nivel de vida y del status. Todo esto sería permitido por el acceso a los bienes y servicios que posibilita el amplio desarrollo actual de la producción y la tecnología, lo que convierte a las mercancías y al consumo como centros podría decirse que absolutos para muy amplios sectores del mundo presente.

Sería no sólo muy interesante sino también necesario hacer una amplia referencia a esto por su importancia decisiva en las características de la subjetividad de nuestro tiempo, lo que lamentablemente no es posible por el tiempo asignado a este  trabajo. Baste recordar como tal propuesta ideológica está formulada de manera implícita y explícita en el discurso global de la época presente, de manera que no es exagerado decir que las mercancías son el fetiche del hombre contemporáneo, y los centros comerciales (que florecen como hongos) los templos laicos y centros de reunión y de convivencia del mundo capitalista avanzado .

Pero, y en definitiva esta es la pregunta fundamental, todo lo hasta aquí indicado -individualismo en el sentido apuntado, competencia, mercancías y consumo-, ¿posibilitan realmente todo lo que ofrecen, o sea un mayor bienestar y vida más satisfactoria y plena? Porque de ser así, y aunque ahora limitado a quienes pueden acceder a los beneficios del modelo
neoliberal, puede pensarse en las ventajas del mismo (que hoy alcanza a pocos pero, de creer en sus promesas, se extenderá luego para todos).

Es indudable que algunos aspectos son reales -mayor comodidad y status, por ejemplo-, pero sin embargo resulta evidente que puede dudarse mucho de que actualmente haya psíquicamente un mayor bienestar y vida más satisfactoria, y es mucho más probable (o seguro) lo contrario. Una prueba categórica al respecto lo brindan los países del Primer Mundo -sin duda donde existe un mayor bienestar material y formas democráticas-, pero también los más altos índices de drogadicción, alcoholismo, psicopatología, crisis individuales y familiares, suicidios, etc.(y no sólo en los sectores marginados que no
acceden a sus beneficios materiales).

Las causas de lo que puede definirse como El malestar en la cultura neoliberal, concretando al aquí y ahora el clásico texto freudiano, son múltiples aunque provenientes del mismo modelo. Entre ellas, a más de lo ya señalado, una necesidad cada vez mayor de esfuerzo y trabajo -que para pocos es realmente agradable y realizador de uno mismo-, para la obtención
de más de los llamados satisfactores (hoy como nunca sinónimos de mercancías), que a su vez se busca que sean constantemente renovados para mostrar que se accede a lo nuevo -verdadero mito del presente, aunque sólo sea una variante de lo mismo- que el mercado siempre ofrece; en tal situación inevitablemente se producen importantes grados de frustración y
de envidia por la dificultad de acceso a todo lo deseado (que el sistema hace ver como necesario e imprescindible), y en la medida en que cada vez es mayor la simbiosis sujeto/mercancía, puede ser importante la autodevaluación que esto ocasiona.

Pero lo más importante es como tales satisfactores no pasan de ser lo que muchos autores definen como sólo superficiales y, por tanto, carentes de significaciones a niveles profundos que ofrezcan sentido a una vida. Es entonces de preguntarse hasta que punto las muy crecientes tendencias fundamentalistas del presente (religiosas, nacionalistas, tecnológicas, etc) no representan la búsqueda -equivocada pero no por ello menos real- tanto de significaciones que den sentido a una vida como un escape a las tensiones que la actual presenta. Al respecto es interesante recordar, pensar y actualizar el muy conocido planteo de Freud de que "la vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles, (y) para soportarla no podemos prescindir de calmantes" .

Este excesivamente fugaz análisis no puede terminar sin indicar, también a vuelo de pájaro, otras características de  -parafraseando el conocido libro de Karen Horney- la personalidad neurótica de nuestro tiempo. Entre ellas:

* el marcado incremento de la soledad en un mundo con cada vez con mayores medios de comunicación y posibilidad de relaciones, y la incidencia de esto en las también crecientes (en distintos niveles) patologías depresivas.

* el también incremento de tendencias esquizoides por la disociación que se observa entre distintos aspectos del individuo.

* la vida cada vez más en presente, sin proyección de futuro.

* la búsqueda, sobre todo en sectores juveniles, aunque no exclusivamente, de emociones y de ruido exterior para tapar el vacío interior.

* las consecuencias de la liberalización actual -algo muy diferente a liberación- respecto a la represión sexual.

* los efectos en la subjetividad de la tendencia mercantil presente donde prácticamente todo tiene un precio sujeto al mercado, y por tanto puede comprarse y venderse.

Estas son sólo algunas de las características respecto a algo que requiere urgentemente un mayor estudio. Quienes lean este trabajo sacarán sus propias conclusiones sobre el valor del modelo (neo)liberal y su incidencia en el tipo de Sujeto que en él se construye.